Centre de création, formation et développement pour les arts de la marionnette
Toni Rumbau, Titeresante, 28 mars 2014
Uno de los objetivos de mi visita a Toulouse fue ver este espectáculo, última creación para público adulto de la compañía Pupella-Noguès, que se representó durante el fin de semana del viernes 21 al domingo 23 de marzo de 2014 en una de las salas del Théâtre Garone. Dirigido y con escenografía de Joëlle Noguès, dramaturgia de Pauline Thimonnier, música de Camille Secheppet y la Orquesta ”processioni e paradi”, Ubú(S) está interpretado por Giorgio Pupella y Polina Borisova.
Dos son las principales singularidades de esta versión de la obra de Jarry : una es que se representa sin texto alguno, salvo algunas frases que suenan como ecos en off sumados a otros sonidos humanos y no humanos, y que se juntan a la música de la orquesta ”processioni e paradi” para constituir la potente banda sonora que sostiene la hora larga de representación. La otra singularidad es que el único personaje visible es Ubú representado por la marioneta de un simpático, grotesco e impresentable cerdito que requiere de dos manipuladores, en una técnica que podríamos denominar de “pequeño bunraku de mesa”.
Un triángulo pues, el formado por los dos manipuladores y por la pequeña marioneta, verdaderos protagonistas de la obra, pues en la dinámica transformativa de los tres a lo largo de la obra, se desarrollará todo el proceso dramatúrgico, de una increíble riqueza de contenidos.
Se inicia el espectáculo con el títere movido por los dos eficientes manipuladores que desde la mayor distancia y neutralidad respecto al personaje, se encargan de darle vida. El escenario es una mesa tras un festín, sobre la que el cerdito se regodea goloso y hambriento con afanes de hacerse con los sabrosos restos. Banquete de aristócratas, sobre cuya mesa pende una bandera con un escudo de un águila real. Ubu tira de la misma y por casualidad se hace con la corona. Y del mismo modo que el hábito hace al monje, se puede decir que la corona hace al rey, de modo que el cerdito se convierte en un impresentable Ubu Roi.
Y he aquí como poco a poco, la figura del títere que se ha convertido en personaje soberano, en Rey, acaba contaminando a los dos manipuladores, que pierden su distancia neutra y aparecen con narices atocinadas que lo son también de payaso. Pasan pues a una nueva condición de clowns, activos, aunque sumisos y serviles en relación al que deben obedecer y servir, para darle movimiento, vida y espacio. Una situación transformativa que irá en aumento, pues los dos manipuladores son cada vez más clowns, mientras la marioneta casi desaparece de escena : al ser tan poderosos los roles de rey y de tirano de Ubú, no es necesario que esté. Su elipsis es tan poderosa como el arquetipo que encarna, el del poder.
Y es así como los contenidos del Ubu Roi de Jarry se van explicando en breves secuencias de síntesis en las que el verdadero argumento es este deslizamiento de la marioneta a figura despótica y casi elíptica, y el de los dos manipuladores, cada vez más poseídos por su grotesca sumisión al poder, hasta que al final, por saturación y por reducción al absurdo, uno de los personajes empieza a ser consciente de su situación y a rebelarse de la misma, cerrando el ciclo del poder que nace, se afirma y cae.
Una propuesta que va a las esencias del teatro de marionetas, al plantear la relación manipulador-títere según sus funciones de sujeto-objeto : ¿quién es uno y quién el otro ? El titiritero, al proyectar vida y personalidad a la marioneta, otorga a ésta el papel de sujeto quedándose él en mero objeto. Una relación que el encumbramiento de la marioneta en rey –Ubú– acentúa, aumentando el carácter pasivo pero visible del manipulador : adquiere de este modo un carácter activo aunque servil. La sobre-excitación de la marioneta en su conciencia de tirano, contamina la pasividad del manipulador, que se ve arrastrado a “actuar también” en el escenario. Una contaminación liberadora, pues a la larga, la autoconsciencia de la humillación servil provoca la rebelión del manipulador-clown contra el títere-tirano. Es en este reflejarse constante entre títere y manipulador, sujeto y objeto, tirano y siervo, donde surge la brecha libertaria.
A destacar la magnífica actuación de los dos manipuladores, Polina Borisova y Giorgio Pupella, en su difícil tarea de transformarse durante el espectáculo en dos funciones tan diferentes –y tan complementarias. Asimismo, la importancia del espacio en la propuesta es fundamental, muy bien armado con una única mesa larga –y trucada– en medio del escenario y con las luces, cuyos focos y lámparas quedan bellamente incorporadas en la escenografía, cuya finalidad es ir básicamente a lo esencial.
En definitiva, un trabajo tan extraordinario como complejo, refinado y, en cierto modo, brutal, que hizo las delicias de un nutrido público que premió a los artistas con repetidos y merecidos aplausos.